jueves, 25 de enero de 2018

1 SAMUEL. CAPÍTULO 12.

Despedida de Samuel

121Samuel dijo a los israelitas:
-Ya veis que os he hecho caso en todo lo que me pedisteis, y os he dado un rey. 2Pues bien, ¡aquí tenéis al rey! Yo estoy ya viejo y canoso, mientras a mis hijos los tenéis entre vosotros. Yo he actuado a la vista de todos desde mi juventud hasta ahora. 3Aquí me tenéis, respondedme ante el Señor y su ungido: ¿A quién le quité un buey? ¿A quién le quité un burro? ¿A quién he vejado? ¿De quién he aceptado un soborno para hacer la vista gorda? Decidilo y os lo devolveré.
4Respondieron:
-No nos has hecho injusticia, ni nos has vejado, ni has aceptado soborno de nadie.
5Samuel añadió:
-Yo tomo hoy por testigo frente a vosotros al Señor y a su ungido: no me habéis sorprendido con nada en la mano.
Respondieron:
-Sean testigos.
6Samuel dijo al pueblo:
-Es testigo el Señor, que envió a Moisés y a Aarón e hizo subir de Egipto a vuestros padres. 7Poneos en pie, que voy a querellarme con vosotros en presencia del Señor, repasando todos los beneficios que el Señor os hizo a vosotros y a vuestros padres. 8Cuando Jacob fue con sus hijos a Egipto, y los egipcios los oprimieron, vuestros padres gritaron al Señor, y el Señor envió a Moisés y a Aarón para que sacaran de Egipto a vuestros padres y los establecieran en este lugar. 9Pero olvidaron al Señor, su Dios, y él los vendió a Sísara, general del ejército de Yabín, rey de Jasor, y a los filisteos y al rey de Moab, y tuvieron que luchar contra ellos. 10Entonces gritaron al Señor: <<Hemos pecado, porque hemos abandonado al Señor, para servir a Baal y Astarté; líbranos del poder de nuestros enemigos y te serviremos>>. 11El Señor envió a Yerubaal, a Barac, a Jefté y a Sansón, y os libró del poder de vuestros vecinos, y pudisteis vivir tranquilos. 12Pero cuando visteis que os atacaba el rey amonita Najas*, me pedisteis que os nombrara un rey, siendo así que el Señor es vuestro rey. 13Pues bien, ahí tenéis al rey que pedisteis y que habéis elegido; ya veis que el Señor os ha dado un rey. 14Si respetáis al Señor y le servís, si le obedecéis y no os rebeláis contra sus mandatos, vosotros y el rey que reine sobre vosotros viviréis siendo fieles al Señor, vuestro Dios. 15Pero si no obedecéis al Señor y os rebeláis contra sus mandatos, el Señor descargará la mano sobre vosotros y sobre vuestro rey, hasta destruiros. 16Ahora preparaos a asistir al prodigio que el Señor va a realizar ante vuestros ojos. 17Estamos en la siega del trigo, ¿no es cierto? Pues voy a invocar al Señor que envíe una tronada y un aguacero; así reconoceréis la grave maldad que cometisteis ante el Señor pidiendo un rey.
18Samuel invocó al Señor, y el Señor envió aquel día una tronada y un aguacero. 19Todo el pueblo, lleno de miedo ante el Señor y ante Samuel, dijo a Samuel:
-Reza al Señor, tu Dios, para que tus siervos no mueran, porque a todo nuestros pecados hemos añadido la maldad de pedirnos un rey.
20Samuel les contestó:
-No temáis. Ya que habéis cometido esta maldad, al menos en adelante no os apartéis del Señor; servid al Señor de todo corazón, 21no sigáis a los ídolos, que ni auxilian ni liberan, porque son puro vacío. 22Por el honor de tu Nombre ilustre, el Señor no rechazará a su pueblo, porque el Señor se ha dignado hacer de vosotros su pueblo. 23Por mi parte, líbreme Dios de pecar contra el Señor dejando de rezar por vosotros. 24Yo os enseñaré el camino recto y bueno, puesto que habéis visto los grandes beneficios que el Señor os ha hecho, respetad al Señor y servidlo sinceramente y de todo corazón. 25Pero si obráis mal, pereceréis, vosotros con vuestro rey.

Explicación.

12 Después de la primera victoria y de la inauguración solemne del reino, o sea, cuando Samuel reduce su autoridad, el autor del libro inserta una de sus recapitulaciones teológicas, puestos en boca de un personaje importante, como Jos 23. Por contener diálogo y acción litúrgica, este capítulo también está emparentado con Jos 24.

El conjunto de la ceremonia consta de los siguientes elementos: juramento de inocencia (2-5); requisitoria (6-15); teofanía que la confirma (6-18); confesión del pecado (19); exhortación conclusiva. Todo tiene un carácter de presencia, incluso la vida pasada y la historia, como la tiene Samuel y Saúl y el pueblo; presencia mutua y ante Dios (subrayada por partículas apropiadas, hinne, neged).

12.2-3 Juramento de inocencia. Contrasta la integridad y desinterés de Samuel con las futuras exigencias del rey (cfr. 8,10-18). La misma fórmula, negada y afirmada, define el pasado de Samuel y el futuro del rey, con la misma repitición del verbo quitar. En vez de "para hacer la vista gorda" leyó Ben Sira (49,19) y algunas traducciones antiguas: " ¿... o un par de sandalias? Respondedme."

12,5-6 Samuel toma dos testigos. Y ya figura el rey como distinto del pueblo, en un papel que mantendrá a lo largo del capítulo. "Ungido" es título real clásico. En el testimonio del Señor ya asoma la visión histórica.

12,7 Requisitoria. Conocemos el género en versiones amplias o reducidas. Fundamentalmente se trata de un pleito de Dios con su pueblo, con la mediación de un profeta o de un liturgo. El pleito va enderazado a la confesión y conversión del pueblo, para que se reconcilie con su Dios, es normal hacer un recuento de beneficios, denunciar los pecados, invitar a la penitencia amenazando y prometiendo; el Señor se puede presentar en una teofanía; el pueblo responde confesando el pecado y apelando a la misericordia, directamente o por un intercesor.

Ahora bien, Samuel llama a su actividad "juzgar", el mismo verbo que enuncia la actividad del juez y gobernante. Si escoge este término con preferencia a otros más frecuentes o también posibles (rib y ykh), es probablemente para unificar su actividad en un término común.

12,8-15 En los versos 8-12 contrastan beneficios y pecados. Remontándose a Egipto, Samuel puede proponer una especie de ciclo en que la historia se repite, y se repiten los actos con sólo una variación de términos: gritaron - envió- sacaron - se establecieron / gritaron - envió - libraron - se establecieron (correspondencias del original, que la traducción no puede reproducir a la letra). La primera serie recuerda la primera liberación, de Egipto a Canán; luego viene el pecado de olvido y el castigo con la terminología típica de Jueces; luego comienza la segunda serie. En este momento cambia la dirección de los acontecimientos. Al presentarse un peligro semejante a los anteriores, lo lógico era aceptar a Samuel como salvador; en cambio el pueblo pide un rey.

Tenemos, pues, una tercera motivación: primero era la mala conducta de los hijos de Samuel, después parecer ser la amenaza filistea, aquí es el ataque amonita (que según los capítulos anteriores es posterior a la elección).

Con todo, más grave que el desprecio de Samuel es el desprecio del Señor, verdadero rey de Israel. Sus beneficios se llamaban en v. 7 sidqot, o sea "victorias" (a favor de Israel = beneficios), "actos de justicia". Por ellas adquiere derechos sobre el pueblo, será inocente frente a él, mientras que el pueblo será pecador (v.10 y 19).

Los versos 14-15 son la peroración en forma clásica (véanse p. ej. Sal 50,22-23; Is 1,19-20 en condicionales). La peroración se concentra en quiasmos y paralelismos muy marcados: si-si no, obedecer-no rebelarse, no oebedecer-rebelarse; en la primera condicional se echan por delante los verbos usuales "temer-servir". El Señor va figurando en su voz, su boca (obediencia, mandato), su mano (que castiga). Un mismo destino unirá al pueblo y a su rey, porque lo decisivo es obedecer al Señor -al pueblo no se le inculca la sumisión al rey, sino al Señor-.

12,11 Jue 11,13-16.

12,12 * = Serpiente.

12,13 Sal 93,1; 99,1.

12,14 Dt 27-28.

12,16-19 La teofanía precede a la requisitoria en el Sal 50, precede y acompaña a la proclamación de la ley en Ex 19-20; aquí sigue, en términos que recuerdan el Sinaí (Ex 19,10-19; 20,18-21), y viene a subrayar el discurso de Samuel, sobre todo las amenazas. Es decir, una función opuesta a la de la tormenta contra los filisteos en 7,10.

12,20 El verbo "temer", "tener miedo" despliega en el contexto su doble sentido: el pueblo debe "temer" al Señor (v.14), tiene miedo por la tormenta, no debe temer. Así se forma en el pueblo una actitud de respeto y confianza hacia el Señor, que definirá su vida religiosa. Las palabras que siguen contienen implícito el perdón y exhortan de nuevo. Aunque el pueblo se arrepiente, la monarquía queda establecida. El autor proyecta en estas frases la experiencia de muchas generaciones de israelitas con sus reyes. Dt 6,4.

12,21 Sal 115.

12,22 No es la bondad del pueblo, ni siquiera su arrepentiemiento, lo que justifica la elección y la gracia divina. Por sola gracia han sido elegidos, y la elección no queda abolida. Ez 36,22.

12,23 En su papel intercesor, Samuel continúa la gran tradición de Moisés (Ex 32; Nm 14).

12,25 Dt 11,16s.

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