jueves, 25 de enero de 2018

1 SAMUEL. CAPÍTULO 4.

41La palabra de Samuel se escuchaba en todo Israel.

Victoria filistea

Por entonces se reunieron los filisteos para atacar Israel. Los israelitas salieron a enfrentarse con ellos y acamparon junto a Ebenezer*, mientras que los filisteos acampaban en Afec*. 2Los filisteos formaron en orden de batalla frente a Israel. Entablada la lucha, Israel fue derrotado por los filisteos; de sus filas murieron en el campo unos cuatro mil hombres. 3La tropa volvió al campamento, y los concejales de Israel deliberaron:
-¿Por qué el Señor nos ha hecho sufrir hoy una derrota a manos de los filisteos? Vamos a Siló, a traer el arca de la alianza del Señor, para que esté entre nosotros y nos salve del poder enemigo.
4Mandaron gente a Siló, a por el arca de la alianza del Señor de los ejércitos, entronizado sobre querubines. Los dos hijos de Elí, Jofní y Fineés, fueron con el arca de la alianza de Dios. 5Cuando el arca de la alianza del Señor llegó al campamento, todo Israel lanzó a pleno pulmón el alarido de guerra, y la tierra retembló. 6Al oír los filisteos el estruendo del alarido, se preguntaron:
-¿Qué significa este alarido que retumba en el campamento hebreo?
Entonces se enteraron de que el arca del Señor había llegado al campamento, 7y muertos de miedo decían:
-¡Ha llegado su Dios al campamento! ¡Ay de nosotros! Es la primera vez que nos pasa esto. 8¡Ay de nosotros! ¿Quién nos librará de la mano de esos dioses poderosos, los dioses que hirieron a Egipto con toda clase de calamidades y epidemias? 9¡Valor, filisteos! ¡Sed hombres y no seréis esclavos de los hebreos, como los han sido ellos de nosotros! ¡Sed hombres y al ataque!
10Los filisteos se lanzaron a la lucha y derrotaron a los israelitas, que huyeron a la desbandada. Fue una derrota tremenda: cayeron treinta mil de la infantería israelita. 11El arca de Dios fue capturada y los dos hijos de Elí, Jofní y Fineés, murieron.

Muerte de Elí

12Un benjaminita salió corriendo de las filas y llegó a Siló aquel mismo día, con la ropa hecha jirones y polvo en la cabeza. 13Cuando llegó, allí estaba Elí, sentado en su silla, junto a la puerta, oteando con ansia el camino, porque temblaba por el arca de Dios. Aquel hombre entró por el pueblo dando la noticia, y toda la población se puso a gritar. 14Elí oyó el griterío y preguntó:
-¿Qué alboroto es ése?
15Mientras tanto, el hombre corría a dar la noticia a Elí. Elí había cumplido noventa y ocho años; tenía los ojos inmóviles, sin poder ver. 16El fugitivo le dijo:
-Soy el hombre que ha llegado del frente.
Elí preguntó:
-¿Qué ha ocurrido hijo?
17El mensajero respondió:
-Israel ha huido ante los filisteos, ha sido una gran derrota para nuestro ejército; tus dos hijos, Jofní y Fineés, han muerto, y el arca de Dios ha sido capturada.
18En cuanto mentó el arca de Dios, Elí cayó de la silla hacia atrás, junto a la puerta; se rompió la bases del cráneo y murió. Era ya viejo y estaba torpe. Había sido juez en Israel cuarenta años.
19Su nuera, la mujer de Fineés, estaba encinta y próxima a dar a luz. Cuando oyó la noticia de que habían capturado el arca y que habían muerto su suegro y su marido, le sobrevinieron los dolores, se encorvó y dio a luz. 20Estando para morir, las mujeres que la atendían la animaban:
-No tengas miedo, que has dado a luz un niño.
21Pero ella no respondió ni cayó en la cuenta. Al niño lo llamaron Icabod*, diciendo:
-Está desterrada la gloria de Israel (aludían a la captura del arca y a la muerte del suegro y su marido).
22Y repetían:
-Está desterrada la gloria de Israel, porque han capturado el arca de Dios.

Explicación.

4,1a Esta frase cierra el capítulo precedente con una visión unificada: Samuel es ahora un guía de todo Israel, quizá desde el santuario central, como en otro tiempo Débora bajo su encina (Jue 4).

Protagonista de este capítulo es el arca, y seguirá con el mismo papel hasta el final del capítulo 6. Es otro modo de presencia del Señor, digamos, algo más institucional; aunque sin imagen, se puede localizar. Parece entrar en contraste narrativo con la palabra, que irrumpe imprevisible; como si la palabra empujase el arca, la expulsase del territorio para ocupar ella el centro. Es un drama enigmático y significativo: abolida temporalmente una presencia, el Señor se crea otra más inmaterial, más penetrante.

Con doce menciones, el arca es el centro de todo: la primera derrota trae su recuerdo y la hace venir al campamento, ella es el mejor botín, la noticia de su captura es el golpe de gracia para Elí y golpe mortal para su nuera.

Los filisteos están bien establecidos en dos puertos -desde ellos en el mar-, en la plana costera y han trepado un poco por la Sefela. Ahora aspiran a extender su dominio por Palestina, penetrando hacia nordeste; quizá cuentan con un apoyo en Beisán, junto al Jordán. Como son militarmente superiores, deciden exponerse en una batalla importante, antes que sus vecinos israelitas se hagan demasiados numerosos y fuertes. Son las dos fuerzas jóvenes en el territorio. Para Israel la migración forzada de los danitas es un aviso.

4,1 Los filisteos suben hacia la llanura de Sarón y desde allí por el curso del Río Verde (Yarqon) a una localidad bien defendida; los israelitas se reúnen a cierta distancia. Al parecer los filisteos toman la iniciativa, y la primera derrota es parcial. El autor cuenta simplemente sin explicar las causas: se podría ligar la desgracia con el delito de los sacerdotes, aunque el texto no lo dice explícitamente * = Piedrayuda; El Cerco.

4,3 Los israelitas pueden replegarse y reorganizarse en su campamento, regido por un consejo de ancianos -no se mencionan mandos militares-. Los ancianos consideran al Señor como causante de la derrota, quizá por su ausencia (cfr. Sal 60,12), por eso hacen venir el arca, que es paladión de los israelitas. Por el arca la divinidad guerrera está presente entre la tropa y actúa, salvando o dando la victoria. Siló se encontraba a poca distancia; es fácil que media jornada bastase para transportar el arca. Era un objeto bastante pesado y se transportaba con barras (Ex 37,1-5).

4,4 El arca aparece con sus títulos: de la Alianza, porque contenía el documento del tratado; del Señor de los Ejércitos, que es el título cósmico y guerrero de su Dios, sus ejércitos son los astros y su pueblo; los querubines son dos animales alados que sustentan un trono real o imaginario. Esta acumulación podría ser posterior. Los dos sacerdotes custodian el arca y se espera que serán protegidos por ella. Ex 37,1-5.

4,5 La llegada del arca es saludada con el "alarido", grito ritual, bélico y litúrgico. Práctica militar antigua (alalazo de los griegos, ulutatus de los romanos, alarido de los musulmanes), con la que los guerreros se excitan a sí mismos y aterrorizan al enemigo. Por su carácter sacro ha de producir como una descarga de valentía religiosa en sus fieles, y un temor pánico, irresistible en el enemigo. El temblor de la tierra describe la resonancia del grito, pero puede insinuar además una reacción a la teofanía. Jos 6,5.20.

4,6-9 La reacción de los filisteos va progresando: primero sorpresa, después temor, después ánimo. La referencia a la victoria sobre los egipcios puede ser simplemente un recurso del narrador para introducir el recuerdo de la gran liberación nacional, precisamente en boca de los paganos, como en Jos 2,10 (Rajab). "Hebreos" es el nombre que dan a los israelitas los extranjeros (por ejemplo: Ex 1,16), y es quizá despectivo. En esta batalla está en juego el dominio, ser señores o vasallos.

4,10 Los gritos y discursos han durado narrativamente más que la batalla, la derrota, la fuga, la captura del arca, las muertes. El israelita no sabe describir una batalla, y compensa su incapacidad con la rapidez del ritmo de los verbos.

4,11 La derrota es desconcertante: el Dios que salvó de Egipto, ¿no puede salvarse ahora, presente en el arca?

4,12-18 El acierto de esta minúscula escena reside en la alternancia de acción verbal y descripción sustantiva. Se puede comparar con 2 Sm 1 (muerte de Saúl), 2 Sm 18 (muerte de Absalón).

4,12 Gestos rituales de duelo. 2 Sm 1,2.

4,13 Desde la puerta del santuario el anciano espía los ruidos del camino que pasa delante del recinto total del templo.ç

4,18 La frase final lo coloca en la serie de los jueces, juntando este cargo al de sumo sacerdote. No es imposible ni improbable que desde el santuario central se administrase justicia para toda la confederación; por otra parte, la noticia es estereotipada y parece adición posterior, en vistas a la actividad de Samuel.

4,19-22 El nieto mayor, heredero de la familia, llevará un nombre fatídico: durante toda su vida recordará la tragedia del arca. La gloria del Señor, su presencia invisible y activa, protectora y exigente, puede abandonar al pueblo. No se puede controlar mecánicamente, no se puede manipular la presencia del Señor.

Para los lectores que supieron del destierro, el episodio y el nombre suenan como presentimiento simbólico, como sombra de la tremenda tragedia que ellos vivieron. El profeta Ezequiel contemplará en una visión el desterrarse voluntario de la Gloria poco antes de la catástrofe final (Ez 10). Otros pueblos -por ejemplo, Babilonia respecto a los elamitas- lamentarán el robo de una estatua, de una imagen; un israelita llora por la Gloria. Pero la Gloria está todavía ligada a un objeto.

4,20 Gn 35,17.

4,21 * = Singloria.

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